viernes, 16 de abril de 2010

Un día para recordar

Era un jueves 23 de enero, día seguramente de algo, pero para mí de nada, un día sin sentido y lleno de confusión, un día de rabia y al mismo tiempo de dolor.

Yo, caminaba por ahí como si nada, mi cabeza revoloteaba como hace más de un año no lo hacía, sentía frio y desesperación; no soportaba el ruido de los carros ni los requiebros de los hombres, pero ahí iba caminando por un sin destino.

Llegué a un parque que parecía más bien un monte, había basura y hasta mierda de perro, pero no me importó, quería quedarme sintiendo como mi cabeza comenzaba a susurrar un poco de calma.

Pasadas las 6 de la tarde, todavía no se escondía el sol; pensé que ese día podía traer algo diferente; que quizás me encontraría 50.000 dólares o el cadáver de un conejo muerto, pero nada de eso ocurrió. Si encontré algo. Encontré a un hombre, pero un hombre que al instante de verlo me inspiro todo la paz que estaba buscando en ese fatídico lugar.

Se acercó a mí y preguntó si quería escuchar de su música, nunca dije que sí, pero accedí sin sentir miedo; Todo lo contrario, mi alma sabía que ya antes nos habíamos encontrado y que ese día era el mejor momento para que nuestros cuerpos intimaran por primera vez.

Luego de tres horas sin mencionar una sola palabra aquel hombre me abrazo, quise llorar y gritar hasta que mis lágrimas se secaran y mi garganta dejara de funcionar, pero no lo hice porque preferí mirar sus ojos y decir a mis adentros que lo amaba. Extrañamente no sé porque tuve aquel sentimiento, y más extraño fue para mí que el respondiera con su mirada lo mismo que yo había comenzado a sentir.

Guardamos silencio una vez más, era tanta la sinergia de los dos que no necesitamos utilizar palabras para comunicarnos a la perfección. Había un magnetismo entre su piel con la mía, había una hipnosis de nunca acabar.

De repente, este hombre del cual no sabía su nombre, se levantó, se quito una chaqueta de cuero que llevaba puesta, me la entrego y en menos de nada se dio la vuelta y comenzó a caminar hasta que lo perdí de vista. Nunca dijo adiós y nunca dijo para donde iba, sólo se fue.

Ya hoy desde aquel día han pasado más de 815 horas y a veces me pregunto si quizás nos volveremos a encontrar.

miércoles, 14 de abril de 2010

Yaga


Mi caminar era muy lento y cauteloso, quería esconderme de mis miedos pero la desnudes que llevaba como abrigo me obligó a escabullirme entre un inmenso monte tratando de evitar que alguien más conociera lo que me pertenece.

No sólo estoy desnuda, también siento en mi cuello un filo punzante que señala mis pesares.
Fui la responsable de inundar una ciudad con la sangre de un solo hombre. Y tal vez si quisiera recoger toda esa sangre derramada, pero sólo siento impotencia al estar atada de manos y pies, luchando contra unas cadenas que me lastiman.
No puedo hacer nada para sanar las heridas que causo tal derramamiento, pero si puedo evitar que esa grieta se haga cada vez mas grande.


Que contrariedad, una parte de mi quisiera salir corriendo y lanzarse a ese grande que calma mis temores, pero al mismo tiempo esa otra parte sigue atada a la desnudes
, la sangre y las cadenas.

Un Poco de ti

Tengo ganas de amarte… de sentirte, de respirar el olor de tu piel, de abrazarte y acariciarte como si no tuviera una próxima vez. Tengo ganas de entender tus pensamientos, de comprender tu mirada; sólo quiero acercarme, sólo quiero tenerte…

No he podido ordenar mis pensamientos, y así mismo me cuesta controlar mis sentimientos cada vez que te introduzco en mi cabeza.

Sé que estoy cubierta por un mar de sensaciones, y no sé si el miedo en estos momentos sea el mejor consejero.
Y sí, tengo miedo porque repentinamente volví a experimentar centenares de emociones como esas que nacen de niños inexpertos en su primer amor.

Ahora simplemente tengo un camino y no sé si me atreva cruzar por él. Tal vez sólo me baste con ver tu mano… tratando de alcanzar la mía…